EL EFECTO DE LA INFLACIÓN EN EL ANÁLISIS DE LAS INVERSIONES
Durante los últimos años, uno de los objetivos prioritarios
de la política económica española ha sido el de contener la inflación tratando
de situarla a niveles “europeos”. La preocupación no ha sido, ni mucho menos,
patrimonio exclusivo del gobierno español, aunque en nuestro país se partía de
unos diferenciales de inflación importantes con respecto al resto del mundo
desarrollado.
Esta encarnizada lucha contra las subidas desordenaras de
precios ha tenido una cantidad enorme de costes, tanto político como sociales,
por lo que incluso las personas más alejadas de los temas económicos y
financieros han podido sospechar la importancia del tema. En primer lugar,
podríamos decir que en ambientes inflacionarios, nuestro dinero pierde valor,
cada vez hace falta más dinero para comprar las mismas cosas. Es decir, la
inflación afecta a nuestro poder adquisitivo haciéndolo más pequeño.
Es por ello que la primera lucha que se plantea está
relacionada con el agente social que debe soportar los efectos de la inflación.
¿Deben ser los trabajadores o los empresarios? ¿Por qué no traspasar estos
efectos al comprador, y, en definitiva, al consumidor final?. Este tipo de
razonamientos son los que llevan a los trabajadores a tratar de cubrirse de los
efectos negativos de los incrementos de precios, tratando de trasladar estas
subidas a sus salarios, lo que lleva, al intentar también los empresarios
mantener el poder adquisitivo de sus beneficios, a nuevas subidas de precios,
en una espiral que se alimenta a sí misma.
EFECTO
Sin embargo, si éste fuera el único efecto de la inflación,
el problema no tendría por qué ser especialmente grave; Si suponemos que los
asalariados tienen el poder suficiente como para conseguir los incrementos
salariales que mantengan su poder adquisitivo, y que la clase empresarial tiene
la suficiente fuerza en el mercado como para repercutir estos incrementos en
sus precios finales, el afectado sería el consumidor final, que a su vez habría
recibido el dinero de sus rentas de trabajo o capital, las cuales han
incrementado su poder adquisitivo, con lo que el mecanismo se retroalimenta,
sin mayores efectos, salvo la molestia de cambiar año a año los precios
(suponemos, en este ejemplo caricaturizado, que otro tipos de rentas, como las
transferencias, aumentan también en el índice de la inflación)
El problema es que no todos los agentes tienen el mismo
poder de negociación, y que no todos van a verse afectados de igual manera por
el efecto de la inflación.
Normalmente, los colectivos más afectados por ésta suelen
ser los siguientes: como perjudicados, los pensionistas y rentistas (cuyas
rentas crecen con frecuencia en menor medida que los precios), los trabajadores
(siempre que su capacidad de negociación les impida incorporar totalmente en
sus salarios las subidas de los precios) y los ahorradores (que ven cómo, en la
medida en que los tipos de interés sean inferiores a los tipos de inflación, su
poder adquisitivo disminuye con el paso del tiempo). Como beneficiados aparecen
los deudores (en la medida en que, supuestos pagos pactados de antemano, ven
como los importes a pagar disminuyen en términos reales ante subidas en los
precios). En este último grupo podríamos incluir al Estado, por ser deudor en
términos netos, así como por el efecto de algunos impuestos (como el Impuesto a
la Renta Personal, IRP), en los que la proporción a pagar aumenta con el nivel
de renta nominal, y se eleva así como inflación. Pero supongamos por el momento
que la inflación afecta por igual a todos los agentes del país.
CAMBIOS
Por otro lado, no debe confundirse “inflación” con “cambios
en los precios relativos de los productos”: las leyes dela oferta y la demanda
que rigen nuestra economía pueden perfectamente (y de hecho lo hacen) motivar
cambios en los precios de los distintos productos, en función de su abundancia
o escasez. Pero ello no tendría por qué traducirse en efectos inflacionistas,
siempre que se trate de simples cambios en las relaciones de precios de los
citados productos.
El siguiente efecto que podríamos plantearnos es el
exterior: al aumentar nuestro precios más de lo que los hacen los de los otros países competidores, nuestros productos
son menos competitivos, lo que favorece el crecimiento de las importaciones y
la disminución de las exportaciones, todo lo cual influye negativamente en la
renta nacional).
Sin embargo, también habrían mecanismos para intentar paliar
estos problemas, como devaluación de la moneda (aunque ello tiene también otros
efectos que no estamos considerando ahora, entre los que cabría destacar la
pérdida de credibilidad del país, que este tipo de medidas pueden conllevar en
muchos casos), que permitiría recuperar la competitividad de los productos en
el exterior. Ciertamente, la realidad es más compleja que la reflejada en este
simplificado ejemplo, pero este puede servirnos para seguir razonando.
PREOCUPACIÓN
¿Por qué entonces tanta preocupación por la inflación?
Medidas de política monetaria, como el mantenimiento de tipos de interés
elevados, tratan de frenar el consumo, dando un premio sustancioso al ahora, e
influyendo así en la demanda que se ve reducida, con lo que se consigue
contener los precios.
FUENTE: Fernando Gómez Bezares, José Antonio Madariaga
y Javier Santibáñez.
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