CLAVES DEL ÉXITO EN SUS FINANZAS
PERSONALES
De manera muy sencilla, el crédito se puede
definir como el privilegio de gastar dinero que aún no tenemos. Esto desde
luego, implica un costo muy elevado. A pesar de ellos, gran parte de los
ciudadanos asume un nivel de endeudamiento tal que pone en peligro su
viabilidad financiera. Algunos de los puntos a tomar en cuenta con respecto al
crédito son:
¿Por qué no pagarnos a nosotros mismos, en
lugar de a nuestros acreedores? Es infinitamente mejor establecer planes de
ahorro e inversión para el logro de nuestros objetivos que pedir prestado,
sobre todo en el caso de bienes que se deprecian rápido.
El crédito es un ahorro negativo. Es decir, en
lugar de ahorrar dinero, invertirlo obteniendo un interés a favor, y luego
utilizarlo (gastarlo) en nuestra meta, lo hacemos al revés. Primero gastamos, a
través de un crédito, generando un interés en contra nuestra y pagamos largo
tiempo por algo que ya nos representa un objetivo.
Cuidar nuestro nivel de endeudamiento. Los expertos
consideran que el individuo debe tener un nivel de endeudamiento no mayor que
5% de sus activos (excluyendo créditos hipotecarios)
Evitar deudas con tarjeas de créditos. Deben
usarse como un medio de pago y de financiamiento gratuito, al cubrir el saldo
total en cada corte para no generar intereses.
Hay cuatro grandes rubros que son clave para
lograr el éxito financiero:
-
Establecer
claramente las metas y objetivos en la vida.
-
Tener
claros los riesgos que estamos dispuestos a tomar para alcanzar esas metas.
-
Actitud
respecto del crédito.
-
La
protección de nuestro patrimonio.
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Estos aspectos inciden directamente en las
posibilidades de lograr lo que realmente queremos en la vida.
METAS Y OBJETIVOS
En la actualidad el cambio es quizá lo único
constante.
Las necesidades cambian y por ello el
establecimiento de metas y objetivos debe ser un proceso dinámico.
Cuando somos muy jóvenes quizá no pensemos en
tener hijos, pero más adelante tal vez tengamos otros planes. El éxito
financiero depende de gran medida de como establecemos esas metas. Es clave que
tomemos en cuenta lo siguiente:
Fijar nuestras metas en etapas tempranas. Tener
un retiro digno, por ejemplo, es una meta que debe ser planteada desde que
comenzamos nuestra vida laboral.
Mientras más pronto determinemos metas de largo
plazo, más fácil será alcanzarlas y será menos el ahorro para obtenerlas.
Visualizar nuestras metas constantemente.
Nuestros objetivos financieros deben coincidir con nuestros valores y con
nuestro plan de vida. Deben reflejar nuestros anhelos más profundos.
Debemos soñarlos, visualizarlos, imaginarlos,
verlos realizados en nuestra mente. Esto nos sirve de motivación, mientras más
veces nos veamos con nuestras metas realizadas, menos arduo y largo parecerá
nuestro camino.
Establecer prioridades. En ocasiones no es
posible reservar el dinero suficiente para el cumplimiento de todas nuestras
metas. Mucha gente decide dejar de lado los objetivos más importantes, como el
retiro, para poder alcanzar otros menos relevantes (como un televisor nuevo,
por ejemplo).
Esto es humano, tendemos a buscar satisfacer
nuestros deseos inmediatos, sin embargo, es importante entender esto es un
grave error que se verá en el futuro. No debemos posponer o sacrificar las
metas de largo plazo: estas son las más importantes.
LA ACTITUD RESPECTO DEL RIESGO
La gran mayoría de las decisiones que tomamos
implica un cierto nivel de riesgo. Esto se debe a que el resultado de esas
decisiones muchas veces depende de otro tipo de factores, sobre los cuales no
tenemos control. Particularmente en el caso de las inversiones, es clave que
consideremos lo siguiente:
Uno puede elegir trabajar en une compañía
sólida con un gran paquete de beneficios, es una compañía más pequeña con
grandes perspectivas; o bien, iniciar un negocio propio.
A medida que se toma un riesgo mayor, los
beneficios potenciales crecen, pero también las posibilidades de perder. Lo
mismo sucede en las inversiones.
Necesitamos tomar riesgos apropiados a nuestra
edad. Cuando uno es joven, cuenta con el tiempo suficiente para resarcir
cualquier minusvalía en nuestras inversiones causada por la volatilidad
inherente en los mercados financieros. Esta capacidad disminuye después de los
50 años.
El peor error que uno puede cometer es invertir
a ciegas, o hacerlo sin conocer las características de los instrumentos o los
riesgos.
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